Por Neva Milicic, psicóloga.
El lugar que se habita en la infancia queda grabado con fuerza en la memoria emocional. Muchos escritores describen sus lazos con la infancia desde la perspectiva de la ciudad en la que pasaron sus primeros años.
La marca que dejan los lugares y los espacios psicológicos donde se vive, está acuñada en la muy chilena frase "nacido y criado", la que da cuenta de la profunda vinculación con el entorno que tienen los seres humanos.
En la actualidad, con el proceso de urbanización creciente, la mayor parte de los niños crecen y se desarrollan en ciudades, a veces muy extendidas. Por lo tanto, conocer, cuidar y querer la ciudad donde viven debe ser parte de su formación.
En ello, los padres tienen un papel fundamental, guiándolos en este conocimiento progresivo, primero de su barrio, su comuna y su ciudad.
Desde muy pequeños, para los niños es una aventura salir a pasear con sus padres por los alrededores de la casa, a lugares donde puedan correr, hacer caminatas.
En cada una de estas actividades se da la posibilidad de mejorar la relación padres-hijos y entre los hermanos, ya que disfrutando de un entorno agradable se dan mejor las condiciones para tener relaciones familiares más gratas y armoniosas, que se van tejiendo a través de las experiencias, vínculos y recuerdos.
Además, el pasear conociendo y disfrutando del entorno, permite aprender muchas cosas acerca de la sociedad en la que se vive, de las otras personas, de conocer dónde pasan su vida, cómo son sus viviendas, cómo se relacionan entre sí, cómo trabajan, cómo descansan, a dónde van cuando tienen tiempo libre, dónde están las escuelas, consultorios, supermercados, bibliotecas, museos, restaurantes, iglesias.
Dedicar domingos a conocer la ciudad es un excelente panorama.
Otro tema importante es vincular la ciudad con lo que se haya escrito acerca de ella e ir a visitarlos contándoles a los hijos lo que allí sucedió, ya sea en la realidad o en la ficción.
Con los más grandes, se puede usar internet para obtener datos de lugares, enriqueciendo el paseo.
El aprender a conocer en profundidad la propia ciudad también forma la personalidad del futuro viajero, ya que al visitar otra ciudad sabrá cómo enfrentarla para conocerla mejor, y aprenderá a querer, no sólo su propia ciudad, sino todas aquellas que visite y que le dejen recuerdos inolvidables, algo que lo acompañará toda su vida.
El aprender a conocer su propia ciudad y otras ciudades forma parte del acervo cultural más profundo de los seres humanos, que junto con la literatura hacen la vida más libre y llevadera y permitirán a los niños apropiarse de la ciudad como un bien personal entrañable.