Lunes negro. Revueltas en Inglaterra, las malas notas de un hijo... Nuestro cerebro está cableado para centrarse en lo negativo. Sin embargo, hay trucos relacionados con la alimentación, la actividad física y la forma en que analizamos lo que nos rodea que nos ayudan a procesar las cosas de forma más positiva.
Por Marcelo Córdova, La Tercera.
Desde que usted despierta e intenta convencerse de que debe levantarse e ir a la oficina y hasta que cierra los ojos por la noche su cerebro no para de trabajar.
El proyecto atrasado, la reunión en el colegio de los niños y la baja mundial de las bolsas generan una nutrida cadena de pensamientos: 50.000 diarios, según un análisis de la Fundación Nacional de la Ciencia de EE.UU.
Pero aún más impresionante es que nuestras divagaciones no son demasiado optimistas: el 79% de esos pensamientos es negativo.
La razón es que las malas noticias, los entornos negativos e, incluso, los rumores perniciosos generan un impacto mucho más potente en nuestra conducta que los estímulos reconfortantes.
Si no lo cree piense en su niñez y aquel episodio con el perro del vecino: bastó un mordisco para desarrollar un pavor que lo acompaña hasta ahora.
O considere esa fiesta donde 10 personas fueron amistosas con usted, pero una se burló; lo más probable es que recuerde esa experiencia hostil con más intensidad y las demás interacciones queden en segundo plano.
Pero aunque Rick Hanson -neurosicólogo de la U. Saybrook (EE.UU.) y experto en el tema- ha establecido que el cerebro opera como una cinta de velcro para las experiencias negativas y una superficie de teflón donde los estímulos positivos resbalan, no todo está perdido.
Diversas investigaciones revelan que hábitos como la actividad física, la alimentación y el replantearse ciertas prácticas nos blindan contra el efecto de las malas noticias.
¿Cómo? Inciden de forma directa en nuestra sensación de bienestar físico y en los procesos químicos que hacen que el lado amargo de la vida nos afecte más.
Lo Positivo es Más Volátil
Que lo negativo nos afecta se hace evidente en una nueva encuesta de la agencia UM, que dice que el 77% de los chilenos se siente vulnerable ante el escenario actual que vive el país en lo económico y lo social.
Y la explicación es que el cerebro está sintonizado para ser más sensible a noticias perturbadoras como los "lunes negros" de las bolsas mundiales, los saqueos en Londres o algo tan cotidiano como las malas notas de nuestros hijos.
Según estudios científicos, esta predisposición surgió para alertarnos del peligro. Desde que aparecieron los humanos, la supervivencia ha dependido de nuestro talento para evitar el riesgo, por lo que el cerebro desarrolló una alarma que hace inevitable una reacción: la amígdala, una región del cerebro integrada por dos zonas con forma de almendra a cada costado de este órgano, controla todo lo relacionado con nuestra reacción ante el miedo.
De hecho, según pruebas de Rick Hanson, 66% de las neuronas de esa área se dedican a monitorear malas noticias. Y cuando detectan una la almacenan de forma inmediata en nuestra memoria a largo plazo.
Un estímulo positivo, en cambio, requiere entre 12 a 25 segundos para ser almacenado.
Russel T. Jones, sicólogo de la U. Virginia Tech (EE.UU.), explica a La Tercera que la información negativa nos impacta porque apela a nuestro sentido de supervivencia y agrega que presenciar noticias como los saqueos en Londres eleva de forma moderada los niveles de cortisol, la hormona del estrés que a su vez potencia nuestra habilidad para recordar cada detalle y activa el instinto primitivo de "pelear o huir".
Sin embargo, Barbara Fredrickson -sicóloga de la U. de Carolina del Norte en Chapel Hill y quien ha estudiado el tema por 20 años- reconoció a la revista The Sun que las emociones positivas tienden a ser más volátiles, pero dice que tácticas como la actividad física y replantearse ciertas conductas pueden reforzarlas.
"Si analizamos el espectro de sensaciones positivas, desde la diversión hasta la curiosidad, todas tienen en común ser reacciones a las circunstancias que vivimos. Son sensaciones que van y vienen; tienden a ser más volátiles, pero podemos potenciarlas".
El Factor Alimentación
Hace 10 años, investigaciones de Robert Drugan -sicólogo de la U. de New Hampshire- demostraron que los animales altamente resistentes al estrés y la ansiedad presentaban altos niveles de ácido gamma-aminobutírico o GABA, neurotransmisor que elevaba su capacidad para olvidar o inhibir eventos negativos o estresantes.
Según dice la doctora estadounidense Katherine Blanchette en su libro Prevención del envejecimiento, este compuesto restringe la ansiedad, evitando que las neuronas se activen ante mensajes negativos.
Estudios en humanos confirmaron que GABA es el principal neurotransmisor inhibitorio -ayudándonos a controlar la ansiedad diaria- y que hay ciertos factores que elevan sus niveles.
Uno de los secretos está en la actividad física y, específicamente, en una disciplina de moda incluso entre los niños: el yoga y sus prácticas de relajación.
En 2010, médicos de la U. de Boston analizaron por tres meses a dos grupos de personas sanas, uno de los cuales caminaba tres horas a la semana y el otro cumplía con el mismo tiempo de yoga.
Al analizarlos con resonancia magnética, se detectó que el nivel de GABA en quienes practicaban yoga era mucho más alto, lo que redundaba en menor ansiedad y estrés.
Los resultados se suman a un estudio de 2007 hecho por la misma universidad, que detectó que una hora de esta disciplina eleva en 27% los niveles del neurotransmisor, versus un efecto nulo para un grupo de personas que leían.
Pero eso no es todo: existen alimentos que contienen glutamina, aminoácido clave en la elaboración de GABA y que se encuentra en las espinacas, los plátanos, el repollo y las almendras.
Y si le gusta la buena comida, hay otra noticia que lo ayudará, porque los ácidos Omega-3 -presentes en alimentos como el salmón- facilitan la labor de la serotonina, neurotransmisor que regula nuestro buen humor ante la adversidad.
Simon Young, siquiatra de la U. McGill (Canadá), señala a La Tercera que el Omega-3 tiene un alto potencial para protegernos del flujo de noticias negativas, pues "aquellos países donde la ingesta de pescado es más alta tienden a tener niveles más bajos de depresión y ansiedad.
Varios expertos han analizado si estos ácidos pueden tratar las bajas de ánimo, con resultados bastante positivos".
Redirigiendo Nuestra Mente
Dylan Evans, sicoanalista del University College Cork (Irlanda) y autor del libro La ciencia de los sentimientos, señala que no es necesario estar directamente ligado a un evento negativo para que nos afecte, ya que se ha descubierto que uno de los factores que más nos altera es la falta de control, es decir, no tener dominio o las herramientas para dominar una situación.
Un efecto que se ejemplifica en el sondeo de la agencia UM: la economía es el área en que más se sienten vulnerables los chilenos (55%).
"Soy inglés, pero vivo en Irlanda. Miro las revueltas en Londres en la televisión y me enfurecen. Una situación como esta en que no tenemos el dominio y nos genera impotencia nos arruina más el ánimo, pero si nos damos cuenta de que muchas veces no podemos cambiar directamente un evento podemos reducir nuestra tensión", dice Evans a La Tercera.
Los científicos detectaron que basta, por ejemplo, con replantearnos la gravedad de las imágenes que percibimos para estimular con mayor fuerza los centros cerebrales ligados a emociones positivas.
En 2008, neurocientíficos de la U. de Columbia (EE.UU.) usaron resonancia magnética para analizar el cerebro de personas que veían 48 fotos negativas, incluyendo imágenes de niños malnutridos como los que protagonizan las noticias de Somalía.
Antes de ver las imágenes -en intervalos de ocho segundos- se les pidió que las reinterpretaran: si la persona veía a un enfermo en una cama de hospital, la idea era que evitaran una reacción negativa diciéndose a sí mismos que ese hombre no estaba enfermo, sino que sólo descansaba.
El resultado fue que la zona del núcleo accumbens -un grupo de neuronas en el centro del cerebro ligadas a reacciones como la risa y el placer- se activó con mayor intensidad y anuló hasta cierto punto la acción negativa de la amígdala.
Tor Wager, sicólogo y autor del reporte, dice en el estudio que los resultados muestran que con pequeños ajustes, las personas pueden alterar la balanza a favor de un planteamiento más optimista.
Otra técnica de plasticidad cerebral que plantea Rick Hanson es analizar los estímulos positivos -como las felicitaciones de un jefe- por al menos 30 segundos, este ejercicio permite afianzarlos en la memoria de largo plazo y así ir acumulando experiencias positivas que contrarrestan el flujo de noticias negativas que nos llegan a diario.
Debido al mayor poder que tienen los eventos negativos, no basta contrarrestarlo con una cantidad igual de sucesos positivos: la cifra real es de cinco interacciones o eventos positivos para anular uno negativo.
Así lo descubrió el sicólogo John Gottman, de la U. de Washington (EE.UU.), al estudiar los factores que hacen que un matrimonio sea satisfactorio para ambas partes.
Otros expertos corroboraron la cifra en ámbitos como la interacción diaria con amigos o colegas, dato que cobra valor si se considera que las fuentes de noticias negativas no sólo están en la televisión: una vía de distribución de alto impacto son los rumores, porque estamos cableados para prestarles atención a los chismes que nos sugieren que alguien es deshonesto o peligroso.
Al analizar la reacción de personas que veían fotos de rostros -algunos de los cuales los investigadores asociaron a rumores del tipo "le lanzó una silla a su compañero"-, expertos de la U. Northeastern (EE.UU.) detectaron que el cerebro se activa mucho más ante imágenes de gente vinculada con chismes perniciosos.
Un estudio similar hecho en 2007 por la U. Knox (EE.UU.) también mostró cómo los alumnos se interesaban mucho más en escuchar historias escabrosas de sus profesores que sobre los logros académicos que éstos tenían.
En esa línea, Barbara Fredrickson señala en su libro que una táctica tan sencilla como desviar la conversación o cambiar de tema basta para no verse expuesto.
Y en cuanto a la relación "5 a 1" afirma que no se trata de generar grandes eventos, sino que es suficiente con micro actos como darse un gusto, ir al cine o salir a comer con un amigo.
La idea es mantenernos ocupados con actos positivos y evitar que nuestra mente divague: la divagación estimula nuestra creatividad al activar zonas como el sistema de control ejecutivo -en la parte frontal del cerebro- y nos hace reflexionar sobre nuestras experiencias, la forma en que nos proyectamos a futuro y posibles soluciones a problemas.
¿Qué tiene de malo? Es un arma de doble filo, porque nos lleva a darles vueltas una y otra vez a los eventos que presenciamos día a día, a pensar qué pudo haber pasado o cuál será el desenlace.
Y si se considera que divagamos el 30% del tiempo que estamos despiertos y que la gente que divaga termina sintiéndose más miserable -un efecto comprobado en 2010 por Harvard-, enfocarnos en los micro momentos positivos como método para combatir la negatividad cobra más importancia.
"Hay bastante evidencia de que rumiar las ideas sin cesar puede causar mucho estrés", señaló el año pasado a la revista Time el recientemente fallecido sicólogo de la U. de Washington Alan Marlatt, quien estudió por décadas diversas técnicas de meditación para combatir adicciones, caídas en el ánimo y cuadros pesimistas.
De hecho, en la misma entrevista señaló que técnicas como enfocarse en controlar nuestra respiración le dan a una persona "la oportunidad de dar un paso atrás y tomarse un momento para elegir qué hacer a continuación, de enfocarse en lo que se está viviendo, en lugar de dejar que la mente opere con piloto automático como si la persona no estuviera ahí".
Una opinión corroborada por Dylan Evans: "Estar conscientes de lo que estamos haciendo genera una diferencia tremenda, y hace que cuando la persona se prepara un café o está con un amigo, ponga toda su energía y mente, de forma calmada y concentrada, en esos actos. Se trata de no pensar tanto en el futuro ni en el pasado y aprovechar los momentos positivos".