Quienes se mantienen como dueñas de casa tienen una salud mental más frágil. Cuando ellas adhieren al mito de que pueden ser trabajadoras y madres ejemplares, es probable que terminen sintiéndose fracasadas y abrumadas.
Por Sebastián Urbina, El Mercurio.
La imagen de la mujer ultra eficiente, que maneja su casa y sus hijos a la perfección y que en la oficina es la empleada ejemplar, no pasa de ser un mito.
El problema es que se trata de una imagen muy difundida en la sociedad actual, por lo que muchas madres que trabajan intentan cumplir con ese ideal.
Algo que es mejor no hacer si se quiere cuidar la salud mental. Esto, porque quienes trabajan y piensan que pueden ser supermamás "tienen un mayor riesgo de hacer una depresión que aquellas que son más realistas y que no creen que puedan cumplir ambos roles a la perfección", dice a "El Mercurio" la socióloga Katrina Leupp, de la Universidad de Washington.
Ella presentó ayer un estudio con 1.600 mujeres en la reunión anual de la Asociación Americana de Sociólogos, que se realiza en Las Vegas. En el encuentro se analizaron varias encuestas de mujeres jóvenes en EE.UU. que se realizaron entre los años 1979 y 2006.
Los sondeos detectaron la actitud de ellas frente al trabajo, antes de entrar al mundo laboral. Después, cuando tenían alrededor de 40 años, se les midieron los niveles de depresión.
Trabajo y Autonomía
Los resultados mostraron que quienes se quedan en sus casas criando a los hijos, cuando adultas más que duplican el riesgo de depresión respecto de las que trabajan.
"Esto es porque las mujeres ven el trabajo más allá de un medio de subsistencia. Lo ven como un espacio de desarrollo, de autonomía y de libertad, lo cual mejora su salud mental", dice Elisa Ansoleaga, psicóloga del trabajo de la U. Diego Portales (UDP).
Pero cuando entran al mundo laboral "se les vende la idea de que 'pueden hacerlo todo', cuando en realidad la mayoría de los lugares de trabajo aún están pensados para empleados que no tienen responsabilidades de cuidar a sus niños", dice Leupp.
Por su parte, las que salen a trabajar creyendo que pueden combinar sin problema lo laboral y lo familiar -incluida la crianza de los hijos- se deprimen 50% más que aquellas que pensaron que sería difícil cumplir con ambos roles.
Reconocer esta dificultad "permite reducir las exigencias que se hace la mujer al momento de cumplir con los dos roles, lo que puede proteger su salud mental", dice la socióloga Viviana Salinas, del Instituto de Sociología de la U. Católica.
Al parecer, la mejor actitud es la de hacerlo "lo mejor posible", pero en el caso de las mujeres perfeccionistas, esto puede ser incluso más angustiante.
El problema es que "la sociedad sigue asignando el rol principal de crianza y cuidado de los niños a las mujeres, lo que las tensiona entre cumplir con su familia y con su trabajo", explica Ansoleaga.
En Chile existe un agravante, ya que el 44,5% de las jefaturas de hogar es ocupado por mujeres.
"Estas mujeres no tienen opción y deben ser madres y trabajar. Además, en un ambiente laboral como el actual, que es más competitivo que colaborativo", dice esta investigadora del Programa de Estudios Psicosociales del Trabajo de la UDP.
Ella reconoce, en todo caso, que se han producido enormes avances, como el proyecto del posnatal y algunos progresos en materia de igualdad salarial. "Lo que falta es que estas normativas permeen nuestra sociedad. En esto nos falta mucho", concluye Ansoleaga.
¿Y los Superpapás?
Al revisar las cifras de Estados Unidos, se observa que entre los años 1965 y 2000, los hombres han duplicado el tiempo que pasan con los niños. A pesar de esto, la mujer sigue llevando el mayor peso del hogar y la crianza.
Por ejemplo, se ve que los hombres no restan horas a su trabajo para cuidar a los hijos. O sea, cuando terminan de trabajar, parte de ese tiempo excedente lo dedican a la casa.