Por Neva Milicic, psicóloga
Aun cuando exista un gran amor, los conflictos en la relaciones de pareja son inevitables.
Pero aunque los desacuerdos y las diferencias sean legítimas, es necesario ser extremadamente cuidadoso(a) en la forma que se utiliza para resolverlas, ya que las relaciones de pareja tienen un peso decisivo en la salud mental de los niños.
Una buena interacción de pareja es decisiva también para toda la familia.
Cuando hay conflictos, aunque ellos no sean evidentes para los hijos, la insatisfacción con la relación produce una gran tensión que es captada por los hijos.
Ver a sus padres pelear en forma reiterada, oírlos recriminarse en forma mutua, sin necesariamente caer en episodios de violencia intrafamiliar, asusta enormemente a los niños a cualquier edad.
Vivir en un clima de hostilidad entre los padres no sólo disminuye la felicidad, sino que las investigaciones dan cuenta de que habría una asociación con problemas de conducta, reacciones ansiosas y cuadros depresivos.
Los trastornos del sueño y los cuadros psicosomáticos también suelen aparecer con frecuencia en los hijos de padres que pelean frecuentemente delante de ellos.
Con mayor razón, las discusiones violentas en presencia de los niños deben evitarse cuando los padres están separados, porque la única ventaja que reconocen los niños es no tener que presenciar las peleas y la violencia en la familia.
El clima emocional de la familia, si es positivo, ayuda al niño en la autorregulación de sus emociones.
Si es negativo, hay mayor riesgo de que presente dificultades para regular sus afectos, y como consecuencia de ello, tenga dificultades de conducta, presentando un desarrollo insuficiente de las competencias socio-emocionales.
La pareja parental es un modelo sobre el cual se basa el aprendizaje de la intimidad emocional, el respeto en las relaciones, la consideración por las emociones y necesidades del otro.
En un ambiente ofensivo, el niño(a) interiorizará por aprendizaje implícito, que es legítimo tratar mal a las personas, o bien aprenderá que puede dejarse maltratar.
Claudia, de 35 años, explica con dolor que aún recuerda las violentas peleas de sus padres. A pesar de ello, le resulta casi imposible controlarse cuando tiene desacuerdos con su marido.
Si a pesar de todas las buenas intenciones no puede evitar las peleas delante de los niños, quizás es necesario buscar ayuda para mejorar las relaciones de pareja.
Si su pareja no quiere asistir, acuda solo(a), ya que una mirada guiada desde fuera para evaluar lo que está pasando con la relación es siempre positiva.
Puede ser bueno para la pareja, pero sin duda constituye para los niños un derecho el poder vivir un clima familiar armónico.