Por Neva Milicic, psicóloga.
Nadie podrá discutir la importancia que tiene para el desarrollo moral que los niños aprendan que sus acciones tienen consecuencias, y que ellas pueden beneficiar o dañar a otros.
Ello supone un aprendizaje que toma tiempo, por lo que hay que ser muy cuidadosos y realizarlo con mucha ternura.
A veces, en el apuro porque aprendan a asumir sus responsabilidades, o bien en un estado de ofuscación, los padres, ante las faltas o errores de sus hijos, más que enseñarles a ser responsables y buenas personas, los hacen sentirse culpables, generándoles ansiedad y temor a ser "malos".
Asumir la responsabilidad es una actitud positiva, en tanto que quedarse atrapados en la culpa puede dar origen a severos trastornos psicológicos como son la depresión y la ansiedad.
La culpa es un mecanismo psicológico complejo y la mayoría de las veces es un sentimiento doloroso para los niños.
Es preferible alentarlos a reparar lo que han hecho y pensar cómo pueden hacer para que no se vuelva a repetir, que paralizarlos con sentimientos de culpa que pueden ser agobiadores.
Los niños y las niñas sienten culpa por diferentes razones, a veces porque piensan que le han hecho daño a alguien, aunque esto haya sucedido en forma accidental.
Por ejemplo, Eloísa se sentía culpable y estaba muy deprimida porque su mamá chocó cuando la iba a buscar al colegio y a raíz del accidente perdió la guagua que esperaba.
Otras veces la culpa es por algo que han dejado de hacer. En otras situaciones, que son especialmente difíciles, los niños sienten culpa por eventos en los cuales no han tenido ninguna responsabilidad, como con frecuencia sucede cuando los padres se separan.
Hay que tener cuidado con ser desproporcionados al reprender exageradamente a un niño, ya que se pueden producir efectos indeseables.
A veces es difícil dimensionar el efecto de nuestras palabras en la mente de los niños y lo mal que pueden sentirse con expresiones dichas en un momento de ofuscación.
Cuando alguien desarrolla una actitud de mucha culpa, le va a resultar muy difícil perdonarse a sí mismo y no necesariamente va a cambiar su conducta. Es mejor que un niño aprenda a pedir disculpas y a reparar a que se quede atrapado por las culpas.
Los niños ya a los dos años parecen sentirse avergonzados o culpables, y ante las recriminaciones de sus padres, aunque ni siquiera comprendan bien. Cuánto más pueden verse afectados cuando comprenden el significado de las palabras.
Frases del tipo: "¡Cómo es posible, con todo lo que hago por ti!", resuenan en la mente de muchos adultos, dejando una sensación de malestar consigo mismos.
Cuando alguien intenta crear culpas, lo hace con la esperanza de que haya una modificación en el comportamiento, lo que no es claro que se produzca, pero sí se pueden generar sentimientos de culpa de los cuales no resultará fácil deshacerse.