La irrupción de la tecnología, los influjos de la publicidad y los productos exclusivos para niños dan pie a una nueva generación de rabietas infantiles. La recomendación es mantener la calma y no sucumbir al caos, una receta tan antigua como la mismísima conducta que las genera.
Por Margherita Cordano, El Mercurio.
La escena es la siguiente: una niña patea, se tira al suelo y grita porque sus papás no quieren comprarle el juguete que promocionan en la televisión. Ellos, alterados, no saben cómo reaccionar y entre más grita, más le ruegan que se calle.
Ninguna de las partes queda conforme y la frustración lleva al llanto desaforado de la niña. Fin del espectáculo.
La analogía teatral no es casual. Para el pediatra Pedro Barreda, quien se ha dedicado a estudiar el comportamiento infantil, una pataleta equivale a una obra: mientras mayor es la respuesta del público, más largo el acto.
"La pataleta es igual a una obra de teatro. Es histriónica y requiere de aplauso. En la medida en que el adulto se incorpora en la emoción irracional del niño, éste va a requerir cada vez más atención, lo que finalmente es su objetivo", explica Barreda.
El Deseo de Tener
Los expertos advierten que en una época de consumo, basada en lo inmediato y donde existen cada vez más canales dedicados a los niños -televisión infantil con programación las 24 horas, juegos electrónicos, computadores y supermercados con pasillos especiales para ellos- se hace cada vez más difícil manejar las pataletas.
Este "show" infantil se define como una reacción de ira desproporcionada frente a cierto estímulo y son comunes entre los 2 y 5 años, edades en que el niño toma conciencia de sí mismo y comienza a definir su personalidad.
Basado en esto, juegan con probar hasta dónde llegan ciertos límites y desafían a quienes tienen más cerca: sus padres.
Entendiéndolo así, el concepto mismo de lo que significa una rabieta no ha cambiado a lo largo del tiempo. Lo que sí lo ha hecho, explica la neuropsiquiatra infantil Amanda Céspedes, es el contexto en el que se desenvuelven los niños.
"El bombardeo de estímulos es tremendo. El niño está sometido a deseos de consumo, de compra, de querer tener cosas. Antes, cuando no teníamos la televisión en el dormitorio o no había acceso tecnológico, las fuentes de la frustración eran mucho menores", indica la especialista.
El problema no se queda ahí. "La diferencia entre ahora y antes es enorme. Hace 20 años todavía se vivía en casas grandes, con familias aclanadas y en un ambiente más propio de los niños, que son de la naturaleza, de salir y gastar energía", explica el doctor Barreda.
Hoy, en cambio, son muchas las familias que viven en departamentos, con padres que trabajan hasta tarde y que temen sacar a sus hijos por miedo a que les pase algo.
Al mismo tiempo, muchos se sienten culpables de dejar a los niños al cuidado de otros y prefieren evadir los castigos cuando el niño se porta mal.
"Es un cambio que se ha visto en la modernidad. El testimonio es decir 'estoy todo el día fuera, no voy a llegar a poner límites'. Se les da en el gusto. Pero es importante mostrar que uno nunca puede dejar de ser papá, que no se puede dejar de poner límites. Es lo que le da al niño una estructura", explica Pía Santelices, psicóloga infantil y académica de la Universidad Católica.
No Caer en el Juego
Para evitar gritos, insultos, patadas, desplomes al suelo o que se aferren a nuestras piernas -las formas más comunes que tienen los niños para evidenciar su enojo-, los expertos recomiendan imponer normas claras desde un principio.
La televisión sólo se ve hasta cierta hora, por ejemplo. Esto no se transa, aunque el niño alegue que es un día especial o que no alcanza a ver su programa favorito.
La idea detrás de esto es que los hijos crezcan con límites definidos, lo que transmite un sentimiento de seguridad a largo plazo.
Al mismo tiempo, se deben fomentar los paseos y salidas donde los hijos sean capaces de liberar su energía. Así, se espera que tengan menos fuerza para alegar por alguna cosa.
En caso de que la pataleta se desate de todas formas, lo importante es no prestarle mayor atención, observar de lejos y no caer en provocaciones. La misma actitud se debe mantener en espacios públicos, donde a los niños les gusta desafiar a sus padres.
"Se va captando la sensibilidad del adulto. 'Ya que no me resultó en la casa lo voy a hacer en un lugar donde pasen vergüenza'. Si lo hacen en el mall, lo importante es sacarlos al patio con toda calma, sin perder el control", sugiere Barreda.
Así, mientras menos efectivo sea el alegato, éste se producirá cada vez con menos frecuencia.
Rabietas Prolongadas
En caso de que las pataletas persistan o se produzcan de forma diaria y que los padres sean incapaces de controlarlas, la recomendación es llevar registro de ellas en un cuaderno.
Ahí se deben anotar las circunstancias que produjeron el problema, a qué hora ocurrió y qué personas estaban presentes. Luego se debe analizar si existe algún patrón definido.
"Amerita que el adulto se pregunte por qué el niño hace pataletas, tratando de descubrir cuáles son las causas. Una pataleta siempre tiene un motivo", indica la neuróloga Amanda Céspedes.
Si efectivamente la pataleta se asocia a un momento o circunstancia específica, la recomendación es consultar a un especialista.