Por Neva Milicic, psicóloga.
La comida y la alimentación siempre han tenido una profunda significación emocional, desde la lactancia por el estrecho vínculo madre-hijo que se genera.
Posteriormente, durante toda la infancia, los ritos y costumbres en relación con la alimentación se hacen parte de la cultura familiar. ¿Cómo olvidar los aperitivos, las empanadas del domingo o el plato preferido que se podía elegir para el cumpleaños?.
Las experiencias emocionales en relación con la comida quedan grabadas entre los recuerdos más entrañables.
Cada vez está más clara la relación entre tener una alimentación saludable y una buena calidad de vida, sin problemas de salud ni enfermedades que podrían prevenirse desde la niñez.
Es por ello que uno de los derechos del niño es tener acceso a una alimentación sana, la que debe formarse desde los primeros años de vida. En la creación de hábitos saludables en niños y niñas, la familia cumple un rol insustituible.
Una publicación reciente del Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología Pediátrica, Hepatología y Nutrición señala que los niños y niñas deben comer a lo menos cuatro veces al día en forma ordenada y en familia, dando especial importancia a esto último, que por las urgencias de la vida moderna se ha ido perdiendo.
Los momentos para alimentarse deben aprovecharse como un tiempo especialmente grato para compartir en familia, lo que facilitará la formación de hábitos saludables que van a persistir de por vida.
Por ejemplo, juntarse al desayuno, antes de iniciar la jornada de estudio o trabajo, para comer y conversar lo que se va a hacer en el día, es una excelente instancia para compartir.
Junto con lograr ese objetivo, además, se releva la importancia de alimentarse sanamente en el momento más importante del día, después de un largo período de ayuno.
En días de semana, el almuerzo se hace fuera del hogar, siendo una excelente oportunidad para compartir con los compañeros de colegio.
En la tarde, al regresar a la casa, la gran mayoría de las familias, toman "once o té", la mayor parte de las veces en forma rápida y aislada, en la medida que van llegando a la casa. Esta comida consiste, en general, en pan con agregados muy poco saludables.
Pero ese momento no debe ser un impedimento para juntarse al final del día a conversar acerca de lo sucedido alrededor de un plato de comida saludable.
Es por ello que hay que insistir en comer en familia con los hijos, como recomiendan los especialistas de todo el mundo, y evitar tocar temas conflictivos, manteniendo la comida como un espacio de encuentro nutritivo y gratificante que favorezca los vínculos familiares.