Por Neva Milicic, psicóloga.
El colegio puede ser, sin desearlo, un enorme factor de intromisión en la vida familiar.
Hay larga y complejas tareas, poco coordinadas entre los profesores de un mismo nivel, que muchas veces suponen material no disponible en el hogar, y que pueden terminar generando agobio en los padres y conflictos familiares en vez de beneficios para los niños.
No hay que olvidar que un gran porcentaje de las madres trabaja en forma remunerada fuera del hogar, por lo que enfrentan una doble jornada llegando tardes a sus casas.
Esto puede significar que las dosis de paciencia pueden estar bastante disminuidas, por ejemplo, al momento de ayudar a responder una larga guía sobre la historia familiar.
El problema se toma más complejo aún, si la ficha incluye preguntas que debería responder un papá que el niño o la niña nunca conoció.
Los niños, por otra parte, no parecen estar mejor dispuestos, ya que han pasado seis horas o más en el colegio.
A veces has asistido a talleres, o los que tienen algún problema de aprendizaje o emocional han tenido que ir a terapia o a rehabilitación, por lo que su disposición a hacer tareas no es la mejor.
La combinación de niños cansados y padres sobrepasados puede ser explosiva y terminar en gritos y maltratos, lo que no contribuye al aprendizaje, generando una actitud negativa frente a las tareas, y lo que resulta más dañino aún, deteriorando la relación entre padres e hijos.
El problema se hace mayor cuando los hijos son varios, el computador uno sólo y hay que sacar información de internet. Una solución es fijar turno, muchas veces, para colmo, el computador está lento y los tiempos asignados no alcanzan.
Entonces, el conflicto y las peleas entre hermanos parecen no tener salida. La decisión de suprimir el computador, como se hace con la televisión, no es posible, porque son trabajos del colegio, y la intervención de los padres para zanjar el problema termina por crear resentimientos entre los hermanos.
Los padres se peguntan, y con razón, si los colegios tienen conciencia de las tensiones familiares que producen las tareas. A lo que los profesores responden que si no dan tareas, los padres reclaman.
Por ello, hace falta una conversación franca entre padres y profesores para dosificarlas.
Hay países donde está legislado, y no dan más de veinte minutos de tareas. Ello parece suficiente para desarrollar el sentido de la responsabilidad, sin abrumar y para favoreces el recuerdo de lo aprendido.
Cuando pueden llegar a abrumar las tareas a los niños, lo refleja la petición de una niñita de primer año básico, sin duda muy inteligente, que le dijo a su mamá en medio de una gran cantidad de deberes escolares, que quería volver a pre kínder, porque en ese curso no se daban tareas.
Ya el kínder estás asociado a más obligaciones que las deseables en algunos niños. Que temprano se puede, sin querer, dañar el gusto natural de los niños por aprender y crecer.