Por Neva Milicic, psicóloga.
Para los nietos y las nietas, así como para los abuelos y abuelas, el vínculo que se establece es nutritivo y enriquecedor.
Para los niños, sentir el amor encandilado que suele tener la mayoría de los abuelos les favorece en la construcción de una autoestima positiva, y para los abuelos es un regalo maravilloso que da cuenta de la continuidad de la vida en una etapa en que hay que elaborar muchas pérdidas.
Con el aumento de la expectativa de vida, hoy la gran mayoría de los niños tiene el privilegio de conocer y compartir con sus abuelos, muchas veces muy jóvenes, con los cuales van a poder estar gran parte de sus primeros años de vida.
Además, en muchos casos, por el trabajo de los padres, parte del tiempo libre de los niños y niñas queda al cuidado de los abuelos, y en otros casos, derechamente los abuelos se hacen cargo de los niños.
Esto ofrece grandes posibilidades de tener momentos muy gratificantes, especialmente porque la mayor parte de las veces se produce una gran afinidad entre un abuelo o abuela y su nieto o nieta.
Es conocida la estrecha relación que tuvo en su niñez Gabriel García Márquez con su abuelo, el coronel Márquez, en su pueblo natal de Aracataca.
El premio Nobel relata cómo pasaba tardes enteras con él, quien le contaba historias de la fundación del pueblo, de la guerra de los mil días y de los personajes notables que habían existido en la familia.
De todo ello se nutrieron los mejores libros del autor, quien siempre recordó al abuelo como su gran inspirador, señalando que lo más importante para un escritor son las vivencias y emociones de los primeros años de vida.
Mucha razón tiene el autor, porque los abuelos son los depositarios de la historia familiar y son un elemento significativo en la construcción de infancias más felices.
La posibilidad de compartir con los abuelos es un derecho de todo niño o niña, porque la estrecha relación que se produce es única e irrepetible.
La posibilidad de jugar, pasear, conversar, escuchar historias o relatos, tomar un jugo o comer algo con el abuelo o la abuela, contarle lo que se siente o recibir un regalo son instantes que quedan marcados para toda la vida del niño.
Es por eso que hay que aprovechar las actuales circunstancias de prolongación de la vida para enriquecer la relación abuelos(as)-nietos(as), dándole el tiempo necesario para que se den todas las riquísimas posibilidades de interacción de una relación, que por su naturaleza es diferente a la relación padres-hijos, la que está llena de deberes y responsabilidades que los abuelos no tienen.
Esto hace que la comunicación entre abuelos y nietos sea más libre, espontánea y fructífera, ya que no está condicionada por responsabilidades de futuro, como son la educación de los hijos y la preocupación por un futuro difícil e incierto, ante lo cual los padres se ven obligados a formar a los hijos poniendo rigurosidad y límites, de los cuales los abuelos no están exentos, pero pueden darse ciertas licencias que los padres no tienen.