"Sin quererlo, en forma no consciente, los padres y los profesores les podemos estar entregando a las niñas mandatos muy restringidos, que pueden transformarse en guiones de vida empobrecedores".
Por Neva Milicic, psicóloga.
Las mujeres no son tratadas de igual a igual en todas las culturas. Y aunque occidente, en general, ha avanzado bastante en materia de discriminación de género, aún permanecen formas sutiles y no tan sutiles de machismo.
Es importante estar alerta y cuidarse, porque estas conductas marcan la socialización que reciben nuestras niñas vulnerando sus derechos a ser tratadas en forma equitativa.
La forma en que las personas se evalúan y valorizan depende de la manera en que fueron miradas y evaluadas en la infancia.
Por ello hay que prestar atención al cómo juzgamos y valorizamos a los niños y a las niñas, ya que a veces, a través de nuestra mirada, les entregamos una definición de sí mismos bastante estereotipada y sobre todo centrada en los déficits más que en las competencias.
Las investigaciones muestran que especialmente a las niñas, muchas veces se les transmite una sensación de no estar haciendo las cosas suficientemente bien, y con una mirada excesivamente centrada en lo físico.
"El estás muy linda, pero...", se escucha con más frecuencia de lo deseable. El mensaje de la belleza no es malo en sí mismo, pero ahorrarse el "pero" sería mejor.
Sin embargo, sería bueno destacar otras características en las niñas y que la belleza no sea el único adjetivo con que se las califica.
"Me encanta lo creativa que eres" o "Se notó tu esfuerzo, te quedó precioso", "Tocas muy bien la guitarra", evidencia una visión más completa de los talentos y habilidades de las mujeres.
La definición de las características masculinas es, en general, menos limitada y contiene rasgos que favorecen más el atreverse, la audacia y la inteligencia.
En muchas mujeres, producto de su socialización, hay un profundo malestar consigo misma, que puede conducir a lo que A. María Daskal, psicóloga argentina en su libro "Permiso para quererse", llamó la desestima de las mujeres.
La familia tiene un rol central para pasar de la desestima a la autoestima.
Hay que evitar las generalizaciones descalificadoras como el "Siempre estás creando problemas", que no favorece que la niña se forme una visión de sí misma positiva y con matices.
Centrarse en las competencias, darles seguridad, sin restringir sus espacios de realización, permitirá que se valore y se atreva desenvolverse en ambientes diversos y exigentes.
Sin quererlo, en forma no consciente, los padres y los profesores les podemos estar entregando mandatos muy restringidos, que pueden transformarse en guiones de vida empobrecedores.
Una estupenda mujer profesional se estaba cortando las alas de su carrera porque sentía que estaba obligada a cuidar a todo el mundo. Cuando pequeña tenía un hermano con una enfermedad neurológica que le produjo un nivel de discapacidad cognitiva.
En su familia la hicieron sentirse responsable de su hermano (lo que está bien) y fue muy valorada por ello, pero le indujeron un sentido de responsabilidad excesivo.
Así, cuando ella tomaba un espacio para sí misma, se sentía muy culpable y necesitaba reparar.
El modelo materno también es importante. Cuando una madre le resta valor a lo que hace, le está transmitiendo a su hija un modelo de no valoración de lo que hace.
Cuidemos que las oportunidades y la valoración que hacemos de las hijas sean equivalentes a las de los hijos.