Por Neva Milicic, psicóloga.
Cada vez que sabemos que un niño ha sido agredido o vulnerado en sus derechos, nos surge la pregunta ¿Cómo podemos proteger de la violencia a nuestros niños?.
Estar protegido de situaciones de abuso de cualquier naturaleza es un derecho en la infancia, con el que deben comprometerse todos los adultos que están a cargo de su cuidado y educación.
El abuso sexual no es la única forma de agravio a la que están expuestos los niños, aunque sin duda es muy grave y difícil de elaborar.
Con mucha frecuencia, si se les da la oportunidad, los niños relatan malos tratos recibidos en sus contextos familiares o escolares.
En el abuso de cualquier naturaleza hay siempre una situación de desigualdad, es por eso que las personas que son víctimas de situaciones abusivas se sienten impotentes para defenderse o protegerse de los abusadores, porque estos se aprovechan del poder que ejercen sobre ellas.
Cuando un niño está siendo abusado puede pasar inadvertido para sus padres, porque habitualmente es conminado a guardar silencio por el abusador y es sujeto de amenazas de diferentes tipos, que son escogidas sabiendo que el niño o la niña es vulnerable a ellas.
Cuando un niño mayor le roba a uno más pequeño su colación y lo amenaza con pegarle a la salida si lo acusa, está haciendo uso del temor que genera su mayor fortaleza física.
Sin embargo si existe una buena conexión entre padres e hijos, los niños darán señales claras de que algo malo está pasando y los padres reaccionarán a ellas.
Es importante que padres y profesores tengan conciencia de cuáles son los factores que pueden actuar como protectores en las distintas formas de abuso, que estén presentes en la socialización de los niños. Algunos de estos factores son:
-La seguridad que el hijo tenga de contar con el afecto y la confianza de sus padres y que ellos le creerán.
-Que el niño mantenga con las personas que lo rodean un nivel de comunicación abierta y eficaz.
-Tener un nivel de desarrollo socioemocional que le permita expresar sus emociones y sentimientos con claridad.
-Vivir en un ambiente en que perciba que sus juicios, opiniones y sentimientos son legitimados, es decir, son tomados en cuenta.
-Tener cercanía afectiva con sus figuras primarias de apego, es decir, sus padres o las personas que lo tienen a cargo.
-Tener cercanía afectiva y confianza con sus figuras de apego secundarias, por ejemplo, sus profesores, abuelos y tíos.
-Haber logrado el desarrollo de una autoestima positiva, que implica una evaluación de sí mismo como alguien valioso y querible.
-Haber desarrollado una capacidad de decir que no y poner límites, especialmente en aquellas situaciones que lo ponen en riesgo.
-Haber vivido en un ambiente familiar y escolar en que es posible hablar de asuntos difíciles como sexualidad u hostigamiento.
Todos estos factores tienen una importancia significativa para la protección de los niños, pero quizás el más decisivo, es que los padres estén atentos y sean conscientes de las necesidades y preocupaciones de sus hijos.