Para controlar su peso, adolescentes y jóvenes dejan de comer para compensar las calorías que suman con el trago.
Por Cecilia Yáñez, La Tercera.
Carla (21) es una joven universitaria preocupada de su figura, no come más de la cuenta y viaja en bicicleta siempre que puede.
Tanto cuida su físico, que jueves y viernes, "días de carrete en la universidad", apenas desayuna y almuerza una fruta para beber alcohol sin "cargo de conciencia". Ella sabe de la gran cantidad de calorías que esconde un vaso de ron o pisco.
Como ella, no son pocos los adolescentes y jóvenes, principalmente mujeres, que dejan de comer para compensar las calorías ingeridas con el alcohol.
Esta especie de moda, a la que los especialistas llaman alcohorexia o drunkorexia, está instalada desde hace algún tiempo en países desarrollados como Estados Unidos y de a poco está llegando al nuestro.
No sólo se trata de un balance de calorías, también ahorran dinero, porque "saltarse" el almuerzo es plata para diversión.
"No siempre hay suficiente para carretear, entonces lo que no gastamos en almuerzo, lo juntamos para pasarlo bien. Además, como estamos con la guata medio vacía, con un poco de copete estamos arriba de la pelota, entonces también gastamos menos", explica Alonso (20).
Un reciente estudio realizado por la U. de Missouri señala que la unión entre desórdenes alimenticios y consumo excesivo de alcohol es una "receta para el desastre" y que su práctica puede afectar seriamente la salud a largo plazo.
En la muestra de jóvenes universitarios que ellos realizaron, el 16% confirmó que realiza está práctica y las mujeres lo hacen tres veces más que los hombres.
Daño Irreparable
Es que la combinación afecta directamente al cerebro de los jóvenes. La directora de Investigación de la Escuela de Medicina UC, Rommy von Bernhardi, señala que el alcohol puede causar efectos negativos que pueden durar toda la vida y que impiden expresar la potencialidad del cerebro.
"Los abusos de alcohol y de drogas generan cambios en las conexiones de nuestro sistema nervioso", y en el caso de los adolescentes y jóvenes, éste todavía no está bien formado, por lo que puede existir un daño irrecuperable.
Y si a eso se suma la baja ingesta de calorías, las consecuencias empeoran considerablemente.
La académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello, Janet Cossio, dice que si una persona mantiene la "drunkorexia" en el tiempo, sufrirá un adelgazamiento patológico (disminuye grasa y músculos).
Y si el consumo de alcohol es elevado surgirá una desnutrición proteica, porque el alcohol no alcanza a cubrir todas las necesidades de nutrientes que se dejaron de ingerir.
"Esto provoca alteraciones metabólicas como trastornos tiroideos, función hepática alterada, alteraciones hematológicas, como anemia, piel reseca, problemas óseos, cardiovasculares, trastornos del sueño, insomnio, entre otros", dice.
Problema Mayor
Humberto Guajardo, siquiatra experto en adicciones de la U. de Santiago, explica que esta conducta la ha observado en algunas mujeres jóvenes "que tienen tendencia a conductas bulímicas o anoréxicas y que conocen las calorías que tiene el alcohol".
Ellas quieren mantenerse delgadas, pero "carretear". Por eso, no ingieren alimentos antes ni después de consumir tragos.
"Cuando una persona llega a no alimentarse con el objeto de poder ahorrar o adelgazar para comprar alcohol, está teniendo una dependencia del alcohol. Los jóvenes se justifican diciendo que es sólo los viernes, pero no se trata de un viernes al año, sino varios viernes y por varios años. No hay que olvidar que la mayoría de los alcohólicos se inicia con un alcoholismo intermitente de sólo los fines de semana".