Estudio mostró que ser excluido provoca más estrés en niños que el bullying y que en ambos casos los amigos son un factor protector.
Por Alejandra Krebs
El colegio para un niño puede ser una oportunidad para jugar y aprender. O puede transformarse en una pesadilla diaria de rechazo y victimización.
La ciencia ha descubierto que tanto la exclusión como las agresiones verbales y físicas provocan estrés en los niños, lo que puede ser particularmente agobiante para los que tienen entre ocho y nueve años: es la edad en que están afirmando su autoestima.
Ahora, un nuevo estudio ha revelado que la marginación provoca más estrés en los pequeños que el bullying y que, en ambos casos, los amigos actúan como amortiguadores de los efectos de esa tensión.
Científicos holandeses observaron a casi 100 alumnos de nueve años, preguntándoles sobre sus amistades y sobre si eran excluidos o victimizados por sus compañeros.
Los investigadores de la U. de Radboud Nijmegen (Holanda) distinguieron a los niños excluidos que tenían muy pocos amigos y a los que sufrían bullying, pero eran parte del grupo.
Paralelamente, se recolectaron cinco muestras de saliva a lo largo del día para medir el nivel de cortisol, hormona asociada a la respuesta al estrés.
Los resultados arrojaron cifras elevadas de cortisol en los alumnos excluidos y un bajo descenso de la hormona a medida que pasaba el día, mientras que aquellos que eran victimizados aumentaban el nivel de esta hormona, pero éste no se mantenía elevado durante todo el día, lo que sugiere que el bullying no es tan estresante como el rechazo.
En ambos casos, quienes tenían amigos reducían el nivel de cortisol y regulaban su estrés.
En el caso de los niños excluidos con amigos, los resultados fueron menores, porque la mayoría de ellos también eran marginados. Sin embargo, igual mostraron ser un factor protector.
"El nivel de estrés de los niños excluidos sin amigos o con muy pocos es un 30% más alto que los niños que eran molestados, pero tenían amigos", dice a La Tercera Marianne Riksen-Walraven, autora del estudio.
La psicóloga explica que estos descubrimientos están asociados con los estudios que han demostrado que ser rechazado activa las mismas partes del cerebro que están involucradas con la sensación de dolor, por lo que "ser excluido es literalmente doloroso para los niños", cuenta Riksen-Walraven.
"Tener amigos podría mitigar la actividad del dolor en las áreas del cerebro de los niños marginados, y eso es lo que estamos examinando", asegura.
La experta se refiere a un estudio reciente hecho por las universidades de Michigan y Columbia, que descubrió que el sentimiento de rechazo social y el dolor físico activan las mismas regiones del cerebro, lo que permite que una pérdida de afecto o rechazo social lastime sensorialmente de manera idéntica a como lo hace una situación dolorosa en el cuerpo.
Daño a Largo Plazo
Cuando una persona está bajo presión psicológica se eleva la producción de la hormona cortisol, que ayuda a responder a una amenaza potencial, provocando los efectos del estrés, los cuales van descendiendo a medida que baja la tensión.
Pero cuando el estrés se vuelve crónico puede afectar el sistema inmunológico, el aprendizaje y el rendimiento de la memoria, lo que en niños en etapa escolar es fundamental.
El psicólogo Raúl Carvajal, de la Clínica Santa María, dice que los amigos en la infancia son fundamentales y advierte que el rechazo puede marcar para toda la vida, por lo que los padres tienen que estar atentos a las señales, "observando lo que pasa con los hijos en el grupo social, si van con ganas al colegio y ver si se juntan con alguien y con quién", dice.