Por Neva Milicic, psicóloga
La maternidad y la paternidad son una tarea central de la vida adulta. Ser mejores adultos, sin duda, nos convertirá en mejores padres. Padres más seguros y confiados en sí mismos están en mejores condiciones para adecuarse a las necesidades de los niños.
El libro "De la conquista del mundo a la conquista de sí mismo", del que es autora Consuelo Undurraga, quien es doctora en psicología y especialista en educación de adultos y terapeuta, será un referente necesario para quienes trabajan con adultos, como educadores y terapeutas, pero su lectura también es muy enriquecedora para quienes están en esta etapa del ciclo de vida y quieren reflexionar con una perspectiva más informada sobre las tareas y transformaciones de esta etapa.
La paternidad y la maternidad pasan, como plantea la autora, por diferentes etapas tanto desde el desarrollo de los niños, como desde los cambios que van experimentando los padres.
El solo hecho de esperar un hijo produce profundas transformaciones en el mundo interno de ambos padres. Quizás los cambios más estudiados son los que se producen en las mujeres.
Se ha observado que hay un marcado cambio, desde el egocentrismo adolescente en las mujeres, hacia una orientación altero céntrica hacia el hijo.
En la medida que los padres tengan una mejor calidad de vida, con un mayor equilibrio y bienestar personal, les resultará más fluido el establecimiento de vínculos afectivos sanos y nutritivos con sus hijos.
Cuidar la propia salud mental es un requisito para cumplir con las exigencias y demandas siempre cambiantes de ser padre o madre, ya que educar a los hijos requiere de un gran nivel de adaptación, pero también de una gran capacidad de experimentar y expresar afecto a los hijos.
En la etapa inicial, hasta los dos años, los padres deben integrar el nuevo rol de cuidar a otro y pasar de ser pareja a ser padres.
A partir de los dos años y medio hasta los seis, el rol en el desarrollo cognitivo y afectivo pasa por estimular y estar presente, favoreciendo la independencia de los hijos pero en un contexto de cuidado.
Cuando los niños entran al colegio, los padres se sienten evaluados en su eficacia como padres y deben impulsar al niño a irse separando paulatinamente de la casa.
La adolescencia marca un período crítico para los vínculos padres-hijos y el equilibrio familiar se ve cuestionado.
La crisis de adolescencia de los hijos coincide con una crisis de la edad media de los padres, en que especialmente para las mujeres marca el paso a la fase no reproductiva.
Cada fase es una preparación para lo siguiente. La aceptación de las limitaciones y la valoración de sus ventajas ayudarán a vivirla de manera generativa.