Por Neva Milicic, psicóloga
Las fiestas religiosas, los aniversarios, los cumpleaños y todas aquellas fechas memorables que tienen un significado especial, se encuentran grabadas en la memoria autobiográfica de los adultos, llevándolos a recordar su niñez, y en la medida en que son recuerdos entrañables, permanecen ligados a las personas más queridas de la infancia.
Las formas de las celebraciones, a veces con modificaciones, van persistiendo en lo esencial, que es la expresión de los afectos, de generación en generación.
Incluso aquellas personas para las cuales las fiestas no tienen un significado religioso, siguen conservando las tradiciones, entendiendo su inmenso significado emocional y de unidad familiar.
Conservar y por qué no inventar rituales que sean característicos de la familia contribuirá a que el niño o la niña se conecten con emociones positivas de felicidad, aprendiendo a dar y recibir.
La participación de los niños en la preparación de las fiestas de fin de año es un ingrediente adicional para que comprendan el verdadero sentido de estas fechas, para que los niños no se centren exclusivamente en los regalos.
Más que la pregunta ¿qué les puedo regalar?, quizás la pregunta que los adultos a cargo de la formación de los niños debemos hacernos es ¿qué podemos hacer para que ellos participen y entiendan el sentido de la Navidad?
Un poco de reflexión y conversación ayudará a despertar la creatividad y poder hacer de estas fiestas algo mágico y especial que quede grabado en la memoria emocional de los niños como algo inolvidable.
Una advertencia que espero sea innecesaria para la mayoría: es muy peligroso usar estas fiestas como ocasión de castigo, por grandes que sean los errores cometidos por los niños, ya que por supuesto, estos recuerdos también se archivan en forma inolvidable en la memoria emocional, con consecuencias impredecibles.
Francisco, un adulto con una depresión severa, recuerda que por ser él un mal estudiante, desde octubre comenzaban a amenazarlo con dejarlo sin regalos en la Navidad, promesa que sus padres cumplieron en dos ocasiones, cuando el niño repitió.
Mientras sus hermanos recibían, a su juicio, regalos estupendos, él era un triste espectador de la felicidad de los demás.
"Lo que mis padres no comprendieron es que a mí me costaba estudiar -explica Francisco-, y que con esas medidas lograban que yo más odiara los estudios, que envidiara a mis hermanos y que hasta hoy les guarde resentimientos. Las navidades son para mí una ocasión de tristeza que me recuerda mis fracasos".
Preparar la Navidad a través de escuchar música especial, aprender canciones, leer en familia cuentos de Navidad, confeccionar tarjetas, abrir el calendario de adviento, armar el arbolito y decorar la casa, son actividades cuyo sentido va impregnando las fiestas, dándoles un significado inolvidable, que acompañará a sus hijos toda la vida.