Por Neva Milicic, psicóloga.
El inicio de un nuevo año es un buen momento para pensar en los proyectos personales pendientes y fijarse algunas metas.
El tema me surgió leyendo el libro para niños "El diario de Greg", de Jeff Kinney, que ha vendido mas de 16 millones de ejemplares en EE.UU. y es una excelente lectura para las vacaciones.
Es un libro encantador que engancha hasta a los que son poco aficionados a leer. Es también un excelente libro para compartir con los hijos.
En el tomo tres de esta saga, cuyo título es "¡Esto es el colmo!", el texto comienza un día de año nuevo con las reflexiones de Greg, el protagonista, acerca del listado de buenos propósitos que se hace todo el mundo acerca de cómo mejorar como personas.
Como Greg se encuentra bastante perfecto, piensa que su buen propósito para el año es ayudar a que los otros sean mejores personas.
De alguna manera, esta visión egocéntrica de la realidad la tenemos todos, que pensamos que los que tienen que cambiar son los otros.
La mayoría de las personas tiene clarísimo cómo el vecino debería educar a sus hijos y cuáles son los errores que ellos cometen, pero cuando se trata de autoevaluarse y pensar los cambios que serían necesarios para una mejor educación de nuestros hijos, se cae en una especie de punto ciego que no permite visualizar cómo podríamos mejorar.
El diario de Greg continúa con mucho humor, pero con una desalentadora observación acerca de cómo casi todos los personajes que rodean al niño no logran cumplir sus propósitos y son incapaces de seguir con sus objetivos, como suele sucedernos.
La verdad es que es bastante difícil cambiar, a veces imposible, aunque siempre es recomendable intentarlo.
El tener una conversación con los hijos acerca de lo que quisiéramos lograr el año que comienza es una buena estrategia para profundizar en lo emocional.
Una autoevaluación razonablemente precisa es un signo de inteligencia emocional que evita cometer errores; quizás no siempre es posible cambiar, pero ayuda a conocerse a sí mismo y a no culpar de lo que nos sucede al prójimo y asumir que parte de nuestras dificultades se deben a algunas formas de actuar nuestras.
Pero, quizás, la principal dificultad que suele acompañar a los propósitos de año nuevo es que son aburridos porque están marcados por el "debe".
Si se hace el juego de cambiarlos, por el "a mí me gustaría" y acompañarlos por una visualización de cómo sería nuestra vida si fuésemos capaces de cumplir las metas que queremos lograr, serían más fáciles de cumplir.
Hacer propósitos cargados de imaginación acerca de cómo quisiéramos ser puede ser un poderoso aliciente en el logro de ellos. Como decía Federico García Lorca: "Para mí, la imaginación es sinónimo de aptitud para el descubrimiento".
Iluminar y atreverse a fijarse grandes propósitos que vitalicen nuestros proyectos de vida es un buen camino para partir el nuevo año.