Esto, porque su cerebro recibe menos oxígeno y se altera el proceso restaurador del sueño, lo que daña la atención y el autocontrol. Más de 11.000 menores fueron seguidos por alrededor de seis años.
Por Sebastián Urbina, El Mercurio.
Hace tiempo que dormir dejó de asociarse con flojera o perder el tiempo. Todo indica que el sueño no sólo es reparador del cuerpo y del cerebro, sino que es crucial para un buen aprendizaje.
Ahora, un grupo de investigadores descubrió que los niños con problemas para respirar mientras duermen tienen entre 40% y 100% más riesgo de tener dificultades conductuales al llegar a la edad de siete años, como son la hiperactividad y la agresividad.
En el estudio dirigido por la doctora Karen Bonuck, de la Escuela de Medicina Albert Einstein, de Nueva York, 11.000 niños del Reino Unido fueron seguidos desde los seis meses de edad hasta los siete años.
En ellos se observó que quienes roncaban, respiraban por la boca o tenían apnea -dejaban de respirar por varios segundos, varias veces en la noche- era muy probable que a partir de los cuatro años de edad presentaran problemas conductuales.
Entre ellos se cuentan la dificultad para poner atención, para organizarse, así como para controlar sus emociones, presentando ansiedad y depresión.
Los resultados del estudio los publicó ayer online la revista Pediatrics.
Fuerte Evidencia
"Este es un estudio que entrega una fuerte evidencia respecto de que los problemas de respiración al dormir aumentan el riesgo de alteraciones conductuales", explica a "El Mercurio" la doctora Bonuck.
"Los padres, madres y los pediatras por igual deberían prestar más atención cuando ocurren estos trastornos en la respiración de los niños mientras duermen, quizás desde el primer año de vida", añade Bonuck, quien es profesora de medicina social y familiar.
De hecho, el estudio reveló que uno de cada 10 niños ronca y que hasta el 4% tiene apnea del sueño, es decir episodios en que dejan de respirar por al menos 15 segundos.
Debido a esto se reduciría la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, al tiempo que aumentan los niveles de CO2 en la sangre, todo lo cual afecta a la corteza cerebral, en especial el área prefrontal que tiene a su cargo funciones como la de poner atención, de focalizarse en lo que se hace, de organizarse, así como de controlar sus impulsos.
"No es raro que los niños ronquen", dice el neurólogo infantil de la Clínica Alemana doctor Marcos Manríquez.
Y agrega: "Cuando esto es ocasional, no hay problema. Pero si es persistente y se producen pausas de sueño, es mejor que sea evaluado por un otorrinolaringólogo, ya que puede haber adenoides o amígdalas de mayor tamaño".
Para la doctora Bonuck, los médicos ya no deben contentarse con preguntar a los padres cómo está durmiendo el niño. "Deben averiguar específicamente si el niño tiene alguno de estos síntomas, como roncar o dejar de respirar", explica.
Según el doctor Manríquez, el aporte de este estudio son su masividad y el extenso tiempo de seguimiento.
"Desde el punto de vista médico, hay que tenerlo en cuenta, ya que se trata de niños con problemas del tipo déficit atencional, pero secundario a problemas de respiración en el sueño".
Lo importante es que existe tratamiento, es decir se pueden operar -sacarle las amígdalas o las adenoides- y se supera el problema.
Otra alternativa que se debe tener en cuenta es que el niño esté con sobrepeso o sea obeso, lo que le dificulta respirar. En este caso, hacerlo bajar de peso puede ser la solución.
Uno de cada 10 niños ronca, es una de las conclusiones del estudio publicado en Pediatrics. Muchas veces esto se debe a la presencia de adenoides o amígdalas aumentadas de tamaño.