Por Neva Milicic, psicóloga
Pese a los cambios culturales, aún no es una tarea fácil para los padres hablar de sexo con los niños ni responder a sus preguntas. Es comprensible que así sea, porque existen muchos tabúes asociados a la sexualidad.
Sin embargo, es un tema que no se puede obviar, porque se corre el riesgo de que los niños sean acosados o abusados, y que no se atrevan a contárselo a sus padres.
Otro riesgo no menor es que obtengan información errónea, que puede ser muy dañina para su desarrollo psicosexual.
Al no hablar y tener una actitud reprimida, se está entregando un mensaje que puede llevar a los niños a tener una visión distorsionada de la sexualidad.
Al no hablar sobre el tema, el mensaje implícito es que el sexo es un tabú, algo sobre lo cual no se debe preguntar.
El silencio y la falta de comunicación con los padres sobre temas sexuales dejan al niño o a la niña indefensos, en una situación de desprotección en relación a situaciones de abuso.
Siempre va a ser más difícil para un abusador engañar a niños que están acostumbrados a conversar sobre el tema y que tienen un puente de fácil acceso para hablar de situaciones complejas en su familia.
Cuando Rocío fue capaz de decirle a la persona que la cuidaba, "no me gusta que me toques mis partes privadas", y le contó a su madre de las aproximaciones que esta persona intentaba hacer, quedó meridianamente claro que lo conversado y leído con sus padres sobre sexualidad había tenido un rol protector, que es el efecto que una información clara y directa tiene sobre las situaciones de abuso.
No parece que en la actualidad existan más situaciones de abuso que antiguamente, sino que por la mayor apertura de los padres frente al tema, se descubren más tempranamente.
Dar educación sexual no es sólo explicar las diferencias entre hombres y mujeres y de cómo se hacen los niños, sino que consiste en transmitir una actitud de apertura, es conectarse con sus preguntas, con su curiosidad por saber y entregar el mensaje de que la sexualidad está relacionada con el amor y con el significado de la vida.
El título de esta columna me surgió al leer el libro "Sexo ¿Y ahora qué digo?", de Alessandra Rampolla.
Resulta paradójico que mientras los niños son bombardeados por imágenes y contenidos altamente erotizados desde los medios, las familias insistan en tener una actitud de evitación frente a un tema de tanta relevancia.
Los libros son de una gran ayuda en la alfabetización sexual de los niños y de las niñas, ya que en la medida que han sido diseñados por expertos en el tema, nos prestan palabras para conversar de manera precisa, y con sus imágenes permite que los niños satisfagan su curiosidad sexual.
La literatura constituye un excelente abrepuertas para transformarnos en adultos preguntables.