Por Neva Milicic, psicóloga
Nadie discute que el amor es la
más alta expresión del espíritu humano, y posiblemente el amor maternal sea el
más desinteresado y capaz de lograr desarrollar en sus hijos su máximo
potencial, porque, sin duda, el amor da la energía para alcanzar aquello que
con otros medios no se puede lograr.
Cuando una madre con un niño con
parálisis cerebral se empeña en que su hijo pueda aprender a comunicarse,
cuando persiste en lograr que sea incluido en un colegio normal, aunque muchas
puertas se le cierren, estamos ante un amor que nos inspira respeto, admiración
y reverencia, pero posiblemente ella lo viva como el comportamiento más natural
del mundo.
Las buenas madres o las madres
suficientemente buenas -la madre perfecta no existe- transmiten a sus hijos una
actitud esperanzada y una sensación de seguridad en sus competencias
personales, que los fortalece al momento de enfrentar desafíos.
Las madres -por muchas que sean sus ocupaciones- hacen sentir a sus hijos que tienen prioridad uno, y así se lo hacen saber con sus gestos de cuidado cotidiano, con sus palabras de aliento a perseverar cuando las cosas se ponen difíciles, y dándoles la motivación necesaria para mantenerse en el esfuerzo que necesitan realizar cotidianamente para ir superando etapas.
El acompañamiento a los hijos es
una muestra del amor maternal; es estar disponible cuando los hijos necesitan
de su presencia, por trivial que parezca la situación.
Asistir a un evento deportivo, ir
a comprar el disfraz, escucharlos cuando están en conflicto o acompañarlos
cuando están asustados son formas de estar presente y de estar junto a ellos.
En la compañía que las madres
ofrecen, a veces basta el silencio, en otras situaciones es increíble el efecto
y la influencia que unas palabras dichas, en forma adecuada y en el momento
oportuno, pueden tener en un niño.
Y las madres tienen la empatía
para saber lo que necesitan escuchar para sentirse reconfortados a seguir
adelante.
Las muestras de afecto de su
madre son tan necesarias para el bienestar emocional del niño o la niña como el
agua para la vida.
Las palabras, los abrazos, los
besos, el regaloneo, favorecerán en el niño un apego seguro, creencias
positivas acerca de sí mismo y actitudes positivas frente al entorno.
No hay que permitir que las
demandas cotidianas impidan la expresión de emociones positivas.
El verdadero amor induce a hacer
lo que es más beneficioso para los niños, aunque esto sea difícil y aunque los
hijos, a veces, no lo entiendan. Poner límites en forma serena hace parte de
una maternidad nutritiva.
Quien ha sido querido en forma
incondicional y, por lo tanto, bien tratado, seguramente será una buena
persona, ya que el amor es una fuerza poderosa para mantenerse en el camino
recto y buscar en la medida de lo posible su felicidad. Feliz día de las
madres.