Por
Neva Milicic, psicóloga.
Nuestro
territorio nacional se ensancha y penetra hacia el Pacífico de una manera
insospechada a través de un trozo maravilloso de tierra que se dice es la isla
habitada más apartada del continente.
Estamos
hablando de Isla de Pascua, también llamada Rapa Nui, Te Pito o Te Henua en
pascuense. Significa "ombligo del mundo" y está poblada por sólo tres
mil habitantes de origen polinésico.
La
Isla de Pascua fue anexada al territorio por el comandante Policarpo Toro a
fines del siglo XIX, siendo un ejemplo de una cultura resiliente que lucha por
conservar su identidad.
También
orgullosa de su lenguaje y de sus tradiciones, a pesar del aislamiento y de las
adversidades que han debido superar, como las hambrunas que la llevaron a
guerras fratricidas.
Han conservado su cultura, aunque durante muchos años a los niños se les prohibió hablar su lengua nativa en el contexto escolar, siendo severamente castigados si lo hacían.
Los
del continente, que es la forma en que los rapanuí se refieren a los chilenos
que no habitan en la isla, tenemos mucho que aprender de ellos, de su forma de
educar a sus niños y de la forma de relacionarse.
La
interacción, tanto de padres como de profesores con los niños, es mucho más
democrática que la nuestra.
Existe
una preocupación especial por la conservación de la lengua; los niños tienen
programas de inmersión en su lengua nativa y sus profesores han elaborado
textos de arte y de lectura de gran calidad.
Cuentan,
además, con un canal de televisión que transmite programas en rapanuí.
Llama
la atención que haya pocos visitantes chilenos en comparación con los
extranjeros, quienes siempre han demostrado gran interés por conocer esta
comunidad y su rica cultura.
En
algunos de los múltiples avatares históricos que han debido sufrir, muchos de
ellos fueron llevados como esclavos al
Perú.
En
el año 1863 se produjo la repatriación a la isla de unos pocos, pero al llegar
contagiaron al resto de la población con diferentes pestes, lo que finalmente
diezmó a la población.
Una
parte de la cultura muy conocida son los moáis, esculturas en piedra que se
esculpían en la cantera del Rano Raraku cuando algún miembro importante dejaba
de existir.
Después
de terminada la escultura, se trasladaba el moái a algún lugar que se
relacionara con su procedencia. Las estatuas miraban hacia dentro y no hacia el
mar porque desde allí protegían y vigilaban a su comunidad.
Hasta
hoy día, los rapanuí manifiestan un gran respeto por las personas mayores y sus
opiniones.
Resulta
difícil en el reducido espacio de esta columna visibilizar y transmitir la
magia de Rapa Nui y la urgencia de valorizar y dar a conocer a nuestros niños
esta maravillosa cultura que se transforma en una experiencia fascinante y
enriquecedora.