Por
Neva Milicic, psicóloga.
Las
tareas escolares son un tema polémico, que merece una discusión entre todos
aquellos a quienes les interesan y quieren a los niños, lo que debe expresarse
tanto en su aprendizaje como en su bienestar emocional.
La
evidencia es clara, en el sentido que muchas tareas tienen un impacto negativo
en la actitud de los niños hacia las asignaturas, y comprometen la relación con
sus profesores.
Esto
llega a tanto, que algunos países han legislado prohibiéndolas o limitándolas,
como es el caso de Finlandia.
Josefina, de diez años, excelente alumna, cursa cuarto básico en un colegio muy exigente, y comenta en relación a las tareas: "Yo creo que algunos profesores no quieren a los niños porque nos dan tantas tareas, a mí por lo menos, no me alcanza el tiempo para jugar, y lo peor es que ni siquiera puedo regalonear con la mamá".
Josefina
tiene razón, ya que jugar es un derecho de los niños y favorece su capacidad de
divertirse, de crear, de hacerse amigos y también tiene efecto en sus
capacidades cognitivas.
Quien
limita en forma importante esta necesidad está vulnerando el derecho del niño,
limitando su posibilidad de tener tiempo libre disponible para hacer lo que le
gusta, o simplemente para descansar.
El
otro argumento de Josefina contra el exceso de tareas es cómo ellas pueden
interferir en el vínculo entre padres e hijos.
Los
niños esperan con ansiedad la llegada de sus padres, especialmente en los
primeros cursos de la educación básica, pero muchas veces se desilusionan
porque madres y padres trabajan hasta tarde, están cansados y tienen que llegar
a lidiar con tareas que necesitan paciencia y a veces materiales que no hay en
la casa.
La
madre reconoció: "Las tareas se han transformado en una pesadilla y en un
impedimento para lograr una buena calidad de vida familiar. No tengo tiempo
para estar ni jugar con mis hijos".
Existe
evidencia de que una de las causas del maltrato físico o psicológico se produce
durante la hora de las tareas, cuando los padres, sin las competencias
necesarias para ayudar en forma efectiva a sus hijos, se ponen a tratar de
hacerlas junto con ellos.
Generalmente,
esto se produce en un horario en que los niños y los padres están cansados.
Se
conoce que la fatiga produce irritabilidad y aumenta los errores, y las siete
de la tarde no es la mejor hora para enseñar ni para aprender. La mezcla no
puede ser más explosiva.
Hay
colegios que revisan el tema en el consejo de profesores, para mitigar los
efectos nocivos de la sobrecarga de tareas.
Los
apoderados pueden acercarse a conversar en forma respetuosa y abierta, con
datos del tiempo que el niño o la niña requiere para hacer sus deberes,
llegando a acuerdos que pueden ser muy positivos para la relación familia-escuela,
y muy especialmente para que el niño crezca con la sensación de que su familia
y sus profesores trabajan unidos por su bienestar.