La dieta y el
ejercicio no siempre son suficientes. Dormir menos de cinco horas provoca
cambios hormonales que alteran el apetito y la sensación de saciedad.
Especialistas llaman a poner atención a este factor en la consulta.
Por
Cristián M. González S., El Mercurio.
Además
de una mala dieta y la falta de ejercicio, un factor al que se está poniendo
mayor atención en la lucha contra la obesidad es que la gente está durmiendo
menos y mal.
Diversos
estudios así lo demuestran y ahora, investigadores europeos entregan otro
antecedente: la falta de sueño reduce el gasto energético del cuerpo al tiempo
que aumenta la tendencia a comer productos ricos en calorías.
"A
largo plazo, terminas comiendo más de lo que necesitas, lo que favorece el
aumento de peso y el desarrollo de la obesidad", precisa a "El
Mercurio" el doctor Christian Benedict, neurólogo de la Universidad de
Uppsala, en Suecia, y uno de los autores de la investigación presentada ayer en
Suiza.
El estudio desarrollado junto a las universidades alemanas de Tübingen y Lübeck analizó los cambios hormonales que causa la falta de sueño.
"Al
dormir menos, las personas ven aumentados sus niveles de grelina a la mañana
siguiente. Ésta es una hormona producida por el estómago que estimula el
consumo de alimentos y reduce el gasto energético", explica Benedict.
Cambios Hormonales
Investigaciones
previas también habían determinado que un mal dormir reduce los niveles de otra
sustancia, la leptina, hormona que suprime el apetito.
"A
través de estudios epidemiológicos, hoy sabemos que dormir menos de cinco horas
aumenta en 40% a 50% el riesgo de desarrollar sobrepeso y obesidad",
comenta la doctora Larisa Fabres, neuróloga de la Clínica Las Condes.
Es
por ello que quienes no duermen lo suficiente van a tener más dificultades para
bajar de peso. "Una persona que hace dieta, pero duerme poco, tiene una
probabilidad de éxito mucho menor que aquella que duerme bien".
Hace
menos de una semana, la recién asumida presidenta de la Sociedad Europea para
el Estudio de la Obesidad fue enfática al decir que "la epidemia de
obesidad ha surgido porque dormimos menos", haciendo un llamado a poner
más atención a este factor en el diagnóstico y tratamiento de las personas
obesas.
"Se
ha incorporado en la evaluación de la obesidad, pero aún en menor magnitud de
lo que sería recomendable", reconoce la doctora Fabres. Y es que muchas
veces se llega a la consulta del neurólogo para tratar ronquidos o apneas
causados por los kilos de más. Es decir, un círculo vicioso que también acerca
el fantasma de la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2.
"Los
niños son los más vulnerables a estos efectos", advierte el doctor
Benedict.
Se
ha demostrado que se produce un cambio en el patrón alimenticio: un estudio
publicado por la revista "Sleep" en 2011 mostró que los adolescentes
de 16 a 19 años que no duermen suficiente -menos de 8 horas- tienden a comer
alimentos menos saludables.
Otra
investigación, que sigue desde hace 17 años los patrones de sueño de 700
jóvenes y en la que participa el Instituto de Nutrición y Tecnología de los
Alimentos (INTA), ha establecido que por cada quince minutos menos de tiempo
total de sueño, el consumo de carbohidratos aumenta en 12,4%.
Aún
no se tiene total certeza qué provoca este cambio en la conducta alimentaria,
pero se estima que estaría asociado a cambios hormonales, a una mayor sensación
de estrés por la falta de sueño, que lleva a comer en horarios distintos.
A
eso se suma el hecho que una noche de mal sueño lleva a estar cansado al día
siguiente y, por tanto, a realizar menos ejercicio.
Los amigos
influyen en el peso
Tras
observar a un grupo de estudiantes secundarios, investigadores de la
Universidad de Loyola en Chicago, EE.UU, concluyeron que las amistades de una
persona pueden influir en su peso.
En
el estudio publicado esta semana por la revista PLoS One, se vio que un
estudiante con peso normal y amigos delgados, tiene una probabilidad de 40% de
reducir su peso en el futuro y un 27% de que éste aumente.
En
cambio, si el estudiante tiene sobrepeso y amigos obesos, la posibilidad de que
su peso disminuya es de 15% y, en cambio, el riesgo de volverse obeso crece en
56%.
Para
los investigadores, este hallazgo muestra que la influencia social "tiende
a operar en direcciones más perjudiciales, especialmente para el IMC (índice de
masa corporal)".