La crítica como
estrategia para educar.
Por
Neva Milicic, psicóloga
La
mayor parte de las personas tienen fuertemente arraigada la creencia que educar
es corregir, por lo tanto, es una estrategia usada en exceso, lo que es un
error. Educar es enseñar.
Es
mejor decir: "Sentémonos bien derechos porque es bueno para la columna"
a "No te sientes chueco porque te va a salir una joroba". En la
segunda formulación hay una crítica explícita; en la primera, una enseñanza.
Si usted como padre piensa que es
indispensable realizar alguna crítica, tenga presente que corre el riesgo de
ser juzgado en forma implacable por quienes son víctimas de sus críticas.
Cuántas veces, cuando usted ha sido criticado, se ha encontrado pensando o diciendo acerca de la persona que le habló: "Con qué ropa, si tiene tejado de vidrio". De hecho, cuando una persona es criticada y, los niños no son una excepción, es un mecanismo de defensa normal descalificar al otro como una manera de preservar la autoestima.
Patricio,
de nueve años, que tiene una mamá que abusa de la crítica, se preguntaba no sin
razón: "¿Por qué no puedo castigar a mis papás cuando se pelean? A mí me
retan y me dicen que soy un peleador. Yo también odio oírlos pelear y pelean
harto, y ni les importa cuando me pongo a llorar".
Otro error frecuente es llamar la atención en
público. Nunca se recalcará lo dañino que resulta para la autoestima y la
vergüenza que se siente el exponer al niño delante de otros.
El
momento oportuno para criticar, si se considera indispensable, es en privado,
en un lugar tranquilo, cuando el padre o la madre y su hijo o hija estén
calmados.
Un
niño que está ofuscado difícilmente podrá asimilar una crítica, por justa que a
los progenitores les parezca.
Vale
la pena casi siempre postergar la retroalimentación para cuando pueda ser hecha
desde la serenidad y el afecto, de manera que el niño pueda procesar el
mensaje, y a raíz de ello se motive a cambiar.
De
otra manera, la crítica sólo creará una brecha emocional entre padres e hijos,
que, por cierto, no es lo que los padres buscaban al realizarla.
Otro
error frecuente cuando se critica es entregar un mensaje muy largo y
reiterativo. Aquí vale el dicho, "lo bueno, si es breve, es doblemente
bueno".
Los
mensajes cortos se asimilan mejor y provocan menos daño a la relación,
especialmente si en ellos se deja traslucir el afecto que se tiene y las
razones por las que quiere que el niño cambie.
La
reiteración tiende a producir mucha rabia y una sensación de ser descalificado,
como decía Marcos, de diez años: "A veces, pienso que mi mamá cree que soy
tonto".
Ya
es suficiente que le señalen a una persona sus defectos una vez; la repetición
no favorece el procesamiento del mensaje, sino que más bien lo dificulta y daña
la relación.