Dormir hasta tarde no compensa la falta de descanso
nocturno. Seguimiento a 500 adolescentes durante su enseñanza media mostró que
cuando le quitaban horas al sueño para estudiar, lograban menor concentración y
calificaciones deficientes.
Por
Paula Leighton N., El Mercurio.
"Cuando
me pilla el tiempo, puedo quedarme hasta las 10 o 10:30 de la noche estudiando.
Igual noto que al día siguiente presto menos atención y me cuesta tomar
apuntes", dice Consuelo Soto (17 años).
Su
caso, sin embargo, no es tan extremo como el de algunas de sus amigas.
"Algunas estudian hasta la 1 o las 2 de la mañana. En general no les va
mal, pero sí peor que a mí".
La
percepción de Consuelo sobre su rendimiento y el de sus amigas está en línea
con un estudio publicado hoy en la revista Child Development por investigadores
de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA).
Los expertos analizaron de qué forma el equilibrio entre tiempo de estudio y de sueño se asociaba al rendimiento académico.
Para
eso solicitaron a 535 escolares que durante dos semanas registraran en un
diario sus actividades académicas del día, incluyendo las horas dedicadas a
realizar trabajos y estudiar para pruebas.
Este
ejercicio fue hecho por los estudiantes cuando estaban en 1°, 2° y 3° medio. El
registro debía sellarse con un timbre electrónico que marcaba la fecha y hora
en que se anotaban los datos.
Sacrificio Cuestionable
Al
analizar los datos, detectaron que aquellos días en que los estudiantes
sacrificaban horas de sueño para estudiar, no sólo tenían más problemas para
entender la materia que se pasaba al día siguiente en clases.
También
sacaban notas más deficientes en las pruebas, exámenes y trabajos que habían
estado preparando la noche anterior. Es decir, el efecto contrario que buscaban
al irse a dormir más tarde.
Y
no se trataba de grandes desvelos. En promedio, cuando se destinaba tiempo
extra de estudio por la noche, este era poco más de una hora respecto de un día
normal.
Sin
embargo, el costo de quitarle esa hora al tiempo de sueño empeoraba en los
cursos superiores.
Esto,
dicen los autores, debido a que los adolescentes tendían a dormir cada vez
menos. Así, en 1° medio dormían en promedio 7,63 horas, en 2° lo hacían 7,4 y
en 3° medio 6,94.
En
todos los casos el tiempo de sueño era menos del recomendado para su edad, que
es de 9 a 10 horas.
"Quitar
horas al sueño es un fenómeno que estamos viendo mucho en consulta. No sólo
porque estudian hasta tarde, sino porque entre las 21 y 23 horas muchos
chatean, están conectados con el celular o tienen el computador o el televisor
prendidos", advierte el doctor Tomás Mesa, neurólogo pediátrico de la
Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (Sopnia) y
del Centro del Sueño de la U. Católica.
Para
el doctor José Luis Castillo, neurólogo especialista en sueño de la Clínica
Santa María, el estudio corrobora investigaciones previas que demuestran que
"hay etapas del sueño en que se establecen los depósitos de memoria y que
un ciclo normal de sueño es necesario para que al día siguiente la persona
tenga su capacidad de atención en un nivel adecuado" (ver recuadro).
Mantener
horarios estables de sueño y evitar el consumo de café, bebidas o alimentos
pesados cuatro horas antes de acostarse son algunas recomendaciones para no
afectar el descanso.
"No
estamos sugiriendo que los escolares estudien menos. Más bien, el consejo clave
es organizar y administrar el tiempo de estudio a lo largo de la semana, de
manera que no terminen concentrando todo en una sola noche en la cual deben
quedarse despiertos hasta muy tarde", dijo a "El Mercurio"
Andrew Fuligni, profesor de Psiquiatría y Psicología del Instituto Semel de
Neurociencias y Conducta Humana de la UCLA y autor del estudio.
La Deuda que no se Paga
No
es cierto que la deuda de sueño pueda pagarse durmiendo siesta o despertando
más tarde, advierte el doctor José Luis Castillo.
Esto,
agrega, porque "hay ciclos circadianos que hacen que los procesos que
suceden de noche a nivel hormonal y cerebral no sean reemplazables durmiendo de
día".
El
doctor Tomás Mesa agrega que "si se restan horas al descanso nocturno se
fragmenta la arquitectura del sueño, en la que es muy importante la etapa REM,
que es aquella en que se consolidan los mecanismos de memoria y
concentración".
Esta
etapa, agrega el experto, dura unos minutos al inicio del sueño y van
alargándose a medida que avanza la noche.
"De
esta forma, al acostarse tarde y levantarse temprano, un adolescente puede
tener una o dos etapas REM menos en la noche, lo que durante el día repercutirá
en su rendimiento, concentración y estado de ánimo".