"Incluso en las familias más preocupadas por el
desarrollo femenino se encuentra un sesgo que privilegia los derechos de los
niños sobre las niñas"
Por
Neva Milicic, Psicóloga
A
todos los niños y niñas les gustaría sentirse orgullosos de su familia y,
especialmente, de sus padres. Pero hay períodos muy críticos, como la pubertad,
en los que se avergüenzan, y a veces con razón, de los comportamientos de sus
progenitores.
Cuando
aparecen estos sentimientos es necesario tomar conciencia y ser cautelosos,
intentando no exponer a los hijos a situaciones que los avergüencen, ya que el
daño para el vínculo padres-hijos puede ser enorme.
En su libro "La vida de las mujeres" (1971), la escritora inglesa Alice Munro narra el paso de la protagonista de niña a adolescente. Ada, la madre, quiere una mejor educación para su hija que la que ella recibió.
El
libro, reeditado recientemente en español, mantiene su actualidad, ya que aún
persiste la convicción de que las sociedades, algunas más que otras, limitan el
desarrollo femenino y ponen a las niñas a cargo de la vida doméstica en
desmedro de su educación.
Incluso
en los grupos familiares más preocupados por el desarrollo femenino se
encuentra un sesgo que privilegia los derechos de los niños sobre las niñas.
Las
niñas se quejan de que a los hermanos se les exige menos que a ellas y que se
es condescendiente los errores que ellos cometen.
Alice
Munro, quien obtuvo el premio Man Booker Prize y podría ser una candidata al
Premio Nobel, se adentra en los sentimientos que provocan los eventos
cotidianos en la percepción de la niña y en cómo ellos influyen en la
definición de su identidad.
La
mirada de la protagonista es abrumadora. En un recuerdo que describe una visita
de su madre a su sala de clases, escribe: "De pronto, no podía soportar
nada de ella, el tono de su voz, el modo irreflexivo y precipitado con que se
movía, sus gestos absurdamente briosos... y sobre todo, su ingenuidad, ese no darse
cuenta de que la gente se reía, creer que iba a salir impune".
No
olvidemos que los niños y las niñas no sólo nos miran, sino que hacen un juicio
que puede ser injusto pero que va a teñir la relación y, lo que puede ser peor,
nuestras acciones pueden generarles inseguridad ante su entorno.
Escucharlos
y no exponerlos a que se sientan avergonzados puede hacer más fácil esta
difícil etapa del desarrollo.