Permita ciertos márgenes de libertad.
Por
Neva Milicic, psicóloga
Uno
de los grandes conflictos familiares es el orden. Incluso aquellos padres que
no habrían logrado conseguir una medalla por su capacidad de ordenar durante su
infancia o adolescencia, suelen transformarse en fanáticos del tema.
Es
verdad que ser ordenado es una virtud y que no encontrar a tiempo lo que se
necesita por el desorden existente, es exasperante y hace perder tiempo.
Esto
hace que la gente se desregule y caiga en estados de ofuscación, lo que por
cierto no facilita encontrar el objeto perdido en medio del desorden, alterando
la paz familiar.
Cuando algo se pierde, hay una marcada tendencia a culpabilizar a los niños o a los otros, que la mayor parte de las veces son inocentes, lo que genera tensión.
Un
lugar ordenado provoca una sensación de armonía y belleza, facilitando la
productividad. Pero no hay que exagerar, porque a veces esto puede ser muy
limitante.
Cuando
los niños juegan, es absolutamente normal que desordenen, y por lo tanto
prohibirles jugar para mantener la casa ordenada es un absurdo.
En
algunas familias, afortunadamente las menos, los espacios parecen construirse
para contemplarlos y ordenarlos, más que para vivirlos.
Según
Torrance, experto reconocido en el tema de la creatividad, uno de los rasgos
característicos de las personalidades creativas es el desorden. Para crear algo
nuevo es necesario romper el orden previo.
Cuando
uno cambia algo, aunque sea la decoración del living de la casa, introduce
desorden mientras introduce el nuevo orden. Es quizás por eso que las personas
muy ordenadas son alérgicas al cambio.
Sin
embargo, un ambiente caótico tampoco es bueno para el desarrollo infantil y es
aconsejable que los niños tengan espacios y tiempos estructurados.
El
orden es producto de una organización mental, y lo primero que hay que hacer es
aprender a clasificar y a entender el sentido del orden.
Por
ejemplo, es conveniente explicarles a los más pequeños que hay que dejar la
ropa sucia en el canasto, para que se vea más ordenado, y para acordarse de
lavarla.
Permita
ciertos márgenes de libertad, especialmente en la adolescencia. Cree tiempos y
espacios para ordenar, busque construir las reglas en forma conjunta y
supervise que se respeten sin transformarse en una figura persecutoria.