"La mayoría de los hombres sienten una fuerte
necesidad y una gran nostalgia de lograr construir un vínculo cercano y amoroso
con sus hijos".
Por
Neva Milicic, psicóloga
La
escasa socialización de los hombres para la participación en la esfera
doméstica, empobrece la relación de ellos, no sólo con sus hijos y su pareja,
sino consigo mismos.
En
ocasiones, los hace sentirse ajenos a la corriente emocional de la familia, a
pesar del enorme afecto que puedan experimentar por sus hijos.
A
las madres, desde la biología, la relación con los hijos se les hace más fácil:
el embarazo, la lactancia y la oxitocina juegan un rol fundamental en favorecer
las conductas de apego entre ellas y su hijo o hija.
La
excepcional novela "No te muevas", de la escritora italiana Margaret
Mazzantini, describe esta particular sensación de sentirse extraño, cuando
Timoteo, el protagonista, se habla a sí mismo estableciendo un diálogo interno
con su hija adolescente, que se debate entre la vida y la muerte, a raíz de un
accidente en moto, de la siguiente manera: "Hace quince años que vivimos
en la misma casa. Conoces mi olor, mis pasos, la manera que tengo de tocar las
cosas y mi voz carente de desequilibrios, conoces las partes suaves de mi
carácter y las hostiles, tan absolutamente irritables que resultan
indefendibles. No sé qué idea te has hecho de mí, pero me la puedo imaginar. La
idea de un padre responsable, no falto de su peculiar sentido del humor
sardónico, pero demasiado apartado. Estás ligada a tu madre por un sentimiento
firme, airado en ocasiones, pero vivo. Yo he sido un traje de hombre colgando
al lado de vuestra relación. Más que mi persona, de mí han contado mis ausencias,
mis libros, mi impermeable a la entrada. Es un relato que yo no conozco, lo
habéis escrito con la pistas que os he ido dejando".
La
presencia del padre y las expresiones de afecto dejan una profunda huella en la
personalidad de los niños.
Es
necesario que los padres busquen espacios para establecer vínculos de encuentro
con los hijos y las hijas, ya que ello será de la mayor significación afectiva
para los involucrados en la relación.
Por
otra parte, las madres pueden promover y facilitar estos encuentros evitando
monopolizar el espacio doméstico y afectivo -como a veces sucede, en forma no
consciente- permitiendo que la relación padre-hijo(a) fluya de acuerdo al
estilo de cada cual.
Lo
contrario relata Doris acerca de los que sucedía en su casa: "Cada vez que
nos estábamos riendo y haciendo desorden con mi papá, mi madre nos llamaba al
orden. Se quejaba que hacíamos ruido, que nos reíamos muy fuerte. Ella nos
hacía sentir culpable, con lo que la magia del momento se rompía y su presencia
se interponía entre nosotros".
A
los niños la presencia de un padre cercano y atento a sus necesidades les da
seguridad, los ayuda a introyectar normas sociales y a percibir los límites al
tiempo que les abre puertas hacia el mundo externo, y los fortalece en su
capacidad de explorar y aprender.
Pero,
por sobre todo, un padre presente y cariñoso construye un fuerte vínculo, que
es un gran escudo protector.